Tierras fracturadas: tratando de sobreponerse al éxodo venezolano

Oscar Costero
2 min readFeb 16, 2024

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Últimamente he pensado mucho qué será del éxodo de migrantes venezolanos en los próximos 10 o 20 años, en donde terminará todo este sufrimiento colectivo de personas que a duras penas tratan de continuar su vida en otro país distinto al que dejaron atrás.

Lo que leo es casi siempre una recriminación constante, entre las personas que siguen prestando atención a la grave situación que aún se vive en Venezuela, y la indiferencia de otros que decidieron pasar página, y vivir sus vidas en otras latitudes.

Algo dentro de todos se quebró definitivamente y no hay nada ni nadie que nos pueda consolar, por eso es tan sencillo mirar a otro lado antes de enfrentar la pérdida. Una pérdida colosal como la es un país entero que vimos desaparecer sin demora.

Las voces que recriminan pasan por no hacer responsables a los cleptócratas en el poder, sino más bien buscan culpables en los ciudadanos, la mermada oposición local, la actitud complaciente de algunos gobiernos de la región o la estrategia dispar de Estados Unidos. La discusión sobre el “quién sabe” si ejecutando un enfoque diferente para salir de esta pesadilla es un tema que probablemente debatiremos durante décadas.

Pero la verdad, me parece un ejercicio fútil. Estamos enfrentando a una delincuencia organizada sin igual, es imposible para mí imaginar cómo un rumbo diferente podría haber traído un resultado distinto al que tenemos.

Sam Harris comenta que «cambiar nuestra percepción del mundo es a menudo tan bueno como cambiar el mundo», y creo que eso es lo que tenemos que empezar a practicar. Pasa en parte por aceptar el sentimiento de impotencia, más que ignorarlo o desear que desaparezca por completo.

El éxodo y el gobierno de Venezuela son dos realidades inequívocas, y nuestro enfoque, aunque doloroso, pasa por digerir esta realidad, no con indiferencia u hostilidad, sino como lo que es, la realidad externa que no podemos cambiar.

Para algunas personas, este ejercicio quizá constituya la actividad más difícil que tengan que hacer, pero en cierta parte lo es también crecer. Esta técnica es parte de una amalgama que incluye la atención plena o mindfulness, y este aspecto se conoce como la “regulación emocional”, que poco a poco nos irá ayudando a desarrollar una mayor capacidad para observar nuestras emociones sin reaccionar automáticamente a ellas.

¿Nos tomará 10 o 20 años? Puede que más en realidad, pero al final creo que valdrá la pena el proceso.

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Oscar Costero

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